Lo primero que relata el supuesto estudiante aficionado a los Pokémon es que se compró un Pokémon Edición Plata de segunda mano. Al iniciar el juego en cuestión ocurrían cosas raras, pero cuando el juego por fin se inició lo hizo sin problemas. El entrenador de la partida se hallaba en una sala con una única salida escaleras abajo, tenía por nombre unos puntos suspensivos (supongo que la interpretación de esto es el olvido) y tenía la Pokédex totalmente completada, el dinero al máximo y 999 horas de juego. Sin duda, los logros del poseedor de la anterior partida eran impresionantes y dignos de alabanza. Al revisar el equipo, había otra curiosidad: cinco Unown formando la palabra “leave” y un Cyndaquil llamado Hurry. El mensaje estaba claro, había que huir de ahí cuanto antes.
La estructura del hack era totalmente lineal, y te obligaba a bajar de piso y a avanzar por un pasillo que debías iluminar con Destello de Hurry. Al final del mismo te topabas con un cartel que te instaba a volver. Tras aceptar, avanzabas hacia la siguiente pantalla.
El siguiente punto al que te llevaba era el exterior. Esto no era nada tranquilizante, ya que Cyndaquil se debilitaba por arte de magia y el equipo cambiaba dando paso a seis Unown que te informaban de que Hurry no se había debilitado sino que había muerto. Otro dato curioso era que al revisar la ficha del entrenador te encontrabas con que había perdido los brazos. Finalmente, el lugar en el que se hallaba el personaje era ni más ni menos que un cementerio en el que solo te podías mover por cuatro casillas. Tres puntos para el sádico inventor de esto. Pero ahí no acaba la historia, ya que al rato de estar ahí el entrenador se sumergía bajo tierra.
Al aparecer de nuevo, el entrenador había perdido su color, pareciéndose a lo que es un fantasma. Se está muriendo, 5 Unown nuevos en el equipo informan de ello. El sexto Pokémon era un Celebi shiny de nivel 100 y con un par de peculiaridades: tenía por único ataque Canto mortal y le faltaba una mitad del cuerpo. Eso no es todo, ya que al revisar la ficha del entrenador se podía ver perfectamente que el personaje había perdido también las piernas y que estaba llorando sangre. El medidor de intensidad macabra sigue aumentando el nivel.
El entrenador se moría sin remedio y lo único que podías hacer era avanzar a través de un pasillo. A lo largo de este, te encontrabas con varias personas apostadas a los lados, pero todas eran blancas como fantasmas y no se dignaban en dirigirte la palabra (el olvido y la indiferencia atormentan al personaje). Al final de este pasillo, que era rojo como la sangre, te encontrabas con Red, el entrenador de la primera generación al cual te enfrentas en la segunda. El combate era inminente. Una vez combatiendo, Red, que aparecía sin nombre, sacaba a un Pikachu realmente extraño: su grito sonaba triste, se mostraba triste y... era de nivel 255. Nuestro moribundo héroe tenía a Celebi como única opción, ya que los Unown habían desaparecido por arte de magia (qué raro). Inevitablemente, Celebi tiene que usar Canto Mortal, y tras ello el combate se desarrollaba de forma totalmente automática, desembocando en la muerte de ambos Pokémon. El combate acababa de esa forma tan trágica, y al mostrarse el entrenador enemigo se podía ver perfectamente cómo le faltaba la cabeza (todavía no he encontrado interpretación para este fenómeno).
Tras este suceso, aparecías inmediatamente en tu casa. Hogar, dulce hogar. El problema estaba en que el entrenador no poseía cuerpo para disfrutar de ello ya que era definitivamente un fantasma, cosa que se podía comprobar al ver que el personaje era transparente, se desplazaba sin mover las piernas y en su ficha de entrenador solo aparecía su cabeza. Lo único que podías hacer era salir de la casa, cosa que no ocurría al entrar en un pasillo oscuro. Al final del mismo estaba Red, que se despedía de ti. Tras eso, todo acaba. Lo único que podías ver era una tumba grande y la inscripción de la misma. Por ello y por lo que te decían los nuevos Unown que aparecían en en equipo, podías deducir que el entrenador había muerto definitivamente. En la ficha del entrenador ya no aparecía el personaje y donde antes había medallas ya solo quedaban calaveras. Era el final.
Podéis pensar que esto es solo una historia sangrienta y de mal gusto, pero la verdad es que tiene un cierto sentido. Gracias a esto, pude aprender una importante lección de vida: por mucho que hagamos, por mucho que nos esforcemos, por mucho que logremos conseguir, hagamos lo que hagamos, estamos condenados a morir y a ser olvidados. Por mucha fama que hayamos tenido en un momento, todos vamos a ser olvidados, incluso los nombres de las grandes estrellas de ahora serán borrados con el paso de los siglos y de los milenios.
Espero que el artículo sea de vuestro agrado y que os deje pensando con esta enseñanza que, aunque sea tan evidente, solemos pasar por alto.
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